Sylt, una isla alemana de apenas 100 kilómetros cuadrados rodeada de aguas danesas,no solo ofrece una paisajes variados y sugerentes, sino también un toque de glamour vacacional impropio de estos mares tan fríos. Elegantes hoteles, exclusivos clubs náuticos y sillas de mimbre con parasol para que las damas disfruten de la playa sin que el viento les estropee el peinado.
La aristocracia alemana sigue veraneando aquí, pero también muchas celebrities y millonarios que llegan en busca de esa atmósfera de la Belle Époque que se resiste a desaparecer. Tal vez por eso para muchos Sylt sea algo parecido a la Saint-Tropez del mar del Norte.
La costa es hermosa, ideal para pasear. Al norte, dunas onduladas y rebaños de ovejas que a menudo invaden la carretera; al sur, un campo de golf y el prestigioso restaurante Sansibar, con una lista de espera de muchos meses. La parte central, la más ancha y poblada, la mayor parte de hoteles e incluso un pequeño aeropuerto.
También aquí está la Whisky Mile, la calle de las tabernas y bares de copas, de los bohemios y los artistas, una isla dentro de la propia isla.
El paisaje de Sylt, fuera de los círculos de la jet set, con sus casinos y sus salones de baile, es salvaje y natural. Largas playas e arena suave salpicados por los Strankörbe (las típicas casetas de mimbre), faros solitarios, pequeños barcos pesqueros recorriendo la costa, aldeas de casas bajas con techo de paja… Un lugar perfecto para relajarse en verano y para encontrarse con uno mismo en el frío, largo e íntimo invierno.
Fuente: EscapadasEuropa.com