Desde su aparición bajo el manto de Arpanet hasta su llegada a las aplicaciones en los teléfonos inteligentes, esta plataforma ha estado en evolución constante.

Su primera ola comercial trajo consigo los portales y la burbuja que terminó reventándose. La segunda versión (llamada web 2.0) convirtió a internet en un lugar social, poniendo en su centro a los internautas.

Y ahora hay indicios que permiten apuntar a una nueva ola. Una tercera camada de la red. Una internet 3.0.

A diferencia de otras esferas del desarrollo, la evolución de internet no es lineal.

En la actualidad en la red coexisten destellos de algunos sitios de la primera ola de la red, las esferas sociales de la segunda acometida brillan y junto a ellas comienzan a emerger nuevos jugadores de la tercera generación.

Muchos de ellos se portan ya en la palma de la mano y se llaman apps, o aplicaciones para teléfonos celulares.

Y esta nueva generación es “aislantemente social”. Su origen se encuentra en las semillas de las redes sociales, pero su esencia responde a ecosistemas más cerrados.

La mayoría de las nuevas apuestas -llámese Foursquare, Gowalla, Scvngr, Places, Deals, etc..- buscan la creación de comunidades virtuales en las que la gente pueda compartir y aprovechar su ubicación para ganar amigos o recompensas.

A pesar de su naturaleza social, estas capas no se pueden visitar sólo en la web. Es necesario contar con un teléfono o dispositivo móvil que además esté entre la lista de las plataformas para las cuales fue creada la aplicación. Son sociales, pero cerradas.

La web 2.0 por su parte se ha distinguido -entre otras cosas- por su apertura. Las redes sociales han transformado la información en internet en algo colectivo llámese YouTube, Facebook, Twitter, Vimeo, Tumblr, etcétera.

Todos estos proyectos han generado comunidades que usan las plataformas para comunicarse con el mundo y que permiten que cualquier persona con acceso a internet pueda participar en ellas.

Pero algunas están dando cada vez más muestras de abandonar la socialización inicial y mudarse a esferas más cerradas. Se están llevando la fiesta de la plaza pública y la están instalando en un salón privado.

Esta semana Twitter dio las primeras muestras al advertirle a programadores de aplicaciones para acceder a su servicio, que desarrollarlas ya no era “una buena idea” y que querían que sus usuarios accedieran a su página vía las aplicaciones oficiales.

Días atrás Facebook mostró que comentar en sitios web se parece cada vez más a comentar dentro de su sitio, extendiendo su plataforma a otros sitios web para después llevarse los datos a sus paredes.

La tendencia parece cada vez más clara. Los nuevos proyectos de internet están construyendo burbujas dentro de la red. A algunas les gusta comunicarse entre sí, a otras les gusta abrirse sólo a sus usuarios.

Todas brillan por crear atractivos ecosistemas dentro de sus plataformas que otorgan beneficios a sus miembros. Se habla de ellas en la web, se debate ahí sobre ellas, pero no se accede a ellas desde allí.

Esta fragmentación de contenido y servicios en múltiples círculos es un cambio de tendencia, nada más.

Oliver Burkeman escribió un artículo en The Guardian al que llamó “Revisión de la realidad” en la edición impresa e “Internet se acabó” en la versión digital.

En él afirma que “se requiere sólo una pequeña hipérbola periodística para saber sugerir que los días de internet como una cosa separada que se puede identificar se han terminado”.

Burkeman cree que el problema es que la cultura tecnológica cada vez se trata “más de todo” y menos de cosas específicas.

Yo no sé si tiene razón. Lo que creo es que internet es un trabajo en evolución y cambio costante. Y si la vieja internet está muriendo, habrá que decirle hola a la nueva red que está surgiendo.

Quizá sea mejor que la existente, quizá nos llene de melancolía. A fin de cuentas navegantes somos y en los pixeles andamos.

Fuente: Semana.com





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