A menudo las comparaciones son odiosas. Pero comparar a Olivia Molina con su madre es inevitable. Para empezar, porque el parecido físico es abrumador. Nadie podría negar que la madre que la parió, Ángela, es más huesuda, más angulosa, más extrema… pero ambas comparten rasgos, sonrisa y melena (ese cabello espeso y salvaje que sirve lo mismo para seducir y agitarse que para esconderse tras una cortina que puede ser huidiza o sexy). Y más allá de lo que se aprecia a simple vista, es fácil distinguirlas de oído: la voz de Olivia es dulce y su vocalización… impecable; mientras que a la madre le recordamos el timbre desgarrado y aguardentoso… Otra cosa.
Heredera del talento
Nieta de Antonio Molina, sobrina de Micky y Mónica. Hija del fotógrafo francés, Hervé Timarche, Olivia podría haber vivido fácilmente del cuento de su estirpe pero, poco a poco, se ha ido labrando una carrera con credibilidad propia. El gran público la conoce por sus papeles televisivos en ‘Al salir de clase’, ‘El síndrome de Ulises’, ‘Física y química’ y, últimamente, la serie donde comparte protagonismo con Belén Rueda, ‘Luna, el misterio de Calenda’, que tendrá que abandonar prematuramente por culpa (o gracias) a su embarazo. Pero, más allá de su trabajo catódico, en el teatro ha dejado huella con grandes personajes, como la hija de Stockmann en ‘Un enemigo del pueblo’ o la Catherine Holly de ‘De repente, el último verano’ (el papel que hacía Elizabeth Taylor en la versión cinematográfica) por cuya interpretación el crítico Marcos Ordóñez llegó a decir: “Olivia hace pensar en una sorprendente reencarnación de su madre, con la misma fuerza animal, el mismo dolor a flor de piel y, singular diferencia, una verbalización inteligible. Atentos”.
Cuando llegó a la entrevista estaba embarazada de casi seis meses y se la veía radiante. Temerosa de decir más de lo conveniente y a la vez expansiva. “Estoy acostumbrada a la exposición pública desde niña, pero hay cosas mías que quiero que sigan siendo mías”. Pide un vaso de agua y comenzamos.
Mujer hoy. Está a punto de dejar la serie ‘Luna, el misterio de Calenda’ por su embarazo. ¿No se podría haber hecho una triquiñuela de guión para quedarse?
Olivia Molina. Es el acuerdo al que hemos llegado, pero para ponérmelo más fácil. Los rodajes implican muchas horas de trabajo y esta serie exige muchos exteriores, madrugones, frío… Me levanto cada día a las cinco y media de la mañana. Yo también me quiero proteger y la prioridad es la prioridad, eso lo tengo clarísimo. Además, esta productora es muy familiar, nos cuidan y no me he sentido en absoluto juzgada por haberme quedado embarazada. Claro que, faltaría más que se hubiesen enfadado, pero todas sabemos que eso es lo que ocurre en muchos trabajos.
Desgraciadamente, hoy en día son pocas las mujeres que antes de quedarse embarazadas no se preguntan: “¿Me va a perjudicar en mi vida profesional?”.
Exacto. Y en este caso yo me he sentido entendida, acogida y escuchada.
¿Cómo lo está viviendo?
Es impresionante. Primero fue un burbujeo, luego patadas, pero, a parte de notarlo físicamente, lo que siento es una conexión brutal. Es una niña y la verdad es que me emociona.
¿Ha cambiado mucho su vida?
Trato de llevar una existencia más sana y que todo sea…, ¿cómo decirlo? Más bonito…
¿Qué cosas hace más bonitas?
Cosas sencillas. Muchas veces, en el día a día, somos capaces de pasar por encima de nosotras, de dormir poco, comer raro, trasnochar, maltratarte y ahora, sin embargo, el cuerpo o ella, no sé, me piden totalmente otro estilo de vida: he dejado el café, el tabaco, el vino y trato de no exponerme a nada violento, desde películas o libros. Tal vez es un poco exagerado, pero te sientes un poco como un templo y todo lo que te agreda, lo rechazas.
¿Quiere dar a luz en un hospital o en casa, como otras actrices?
Todavía estamos planeándolo. Nos encontramos en el momento de búsqueda de información, de hablar con amigos que han tenido experiencias en casa o con una daula… Yo nací en la casa familiar, en Ibiza, en el 80. Entonces era rarísimo, la mujer que decidía parir en casa, como mi madre, lo hacía porque era libre, luchadora, con un espíritu valiente y fuerte… como ella. Mi madre dio a luz rodeada de los hermanos, de mi papá, de la abuela, de un médico y una comadrona. Pero sus otros cuatro hijos nacieron en el hospital, por algo será. A lo mejor fue un poco la inconsciencia de la primeriza… A mí me gusta mucho la idea del parto natural, todo esto de respetar los tiempos, de estar en una cosa íntima, femenina y crear el vínculo desde el inicio para que no sea algo agresivo. Todos esos son conceptos me gustan y los comparto, pero también hay una parte de miedo. ¿Qué pasa si hay un problema? Y para mí lo importante es que vaya todo bien. Eso lo tengo claro.
¿A qué cosas se aferra cuando está mal? ¿Qué le hace sentirse mejor?
Depende. Muchas veces encuentro dentro la fuerza. Pero otras veces busco fuera, porque hay personas que son talismanes en mi vida, que no van de guías ni de gurús, pero yo les otorgo ese papel y acudo a ellas cada vez que estoy mal o que algo no va bien y necesito salir del pozo. Pero lo más importante es mi mundo interior, la conexión conmigo misma que me salva.
¿Se considera una persona positiva o más bien melancólica?
Soy muy melancólica. Y un poco huidiza, un poco esquiva. Me cuesta confiar realmente. Aunque me gustan mucho las personas, me interesan… Pero a la hora del contacto real me cuesta entregarme de verdad y ser yo realmente.
Es que en esta profesión si solo te interesas por ti mismo…
¡Menudo aburrimiento! El ‘otro’ siempre es interesantísimo. Lo que siente, lo que percibe, lo que no, cómo lo hace… Esa es la materia prima de los personajes. Pero a mí, compartirme libremente, me cuesta. También porque he tenido una vida muy expuesta desde siempre. Tengo una familia conocida, una madre actriz… Mi timidez tiene algo de rebeldía, como de “me veis, pero no me conocéis”.
¿Cómo es la relación con sus padres? ¿Qué le gustaría repetir y qué le gustaría hacer distinto a ellos?
Por supuesto soy hija y tengo mis quejas y mis dolores, pero les admiro profundamente a los dos. Pretendo no juzgar porque cada uno hace lo que puede, como puede, con lo que tiene y en el momento que le ha tocado vivir. Igual que yo.
Ha comentado que, cuando era niña, todo se vivía en su familia con una libertad muy especial. ¿En qué momento se dio cuenta de que lo que era normal en su familia no lo era tanto fuera?
Sobre todo te das cuenta con la mirada ajena. Por ejemplo, con la relación con mi madre. Eres niña y ves que otros la miran y tratan con admiración, pero para ti es tu mamá, ahora y siempre. El eclipse que se crea alrededor para nosotros es mucho más tranquilo y mucho más real. Para lo bueno y para lo malo. Cosas como ir a rodajes desde muy pequeños, o viajar mucho, o personas que se cruzan en tu vida muy pronto y que es un privilegio conocer. Gente libre pensadora que te cuenta todo tipo de cosas. Eso te marca.
¿Le hablaban como adulta cuando era muy pequeña?
Siempre, pero es que mi madre es así. A veces no estás preparado para aceptar la realidad tal y como es, pero su manera de educar es así: cero adorno. Puede ser doloroso cuando te tratan así, con la verdad, pero te haces responsable y consciente mucho más rápido. En nuestra casa nunca hubo demasiado tiempo para Reyes Magos…
¿Le impactaba ver a su madre en el cine cuando era niña?
Claro. Porque escuchas su voz y ves su cuerpo, pero no es ella. Hay algo que no te encaja. Así que, a veces, me agarraba muy fuerte a ella como para corroborar que la que estaba sentada a mi lado era la real. Sí, resultaba raro, pero, a la vez fuente de inspiración y de admiración.
MUY PERSONAL
¿Se siente medio francesa?
Claro. Mi padre es francés, yo estudié en el Liceo francés y soy bilingüe, como mis hermanos. Toda la vida he viajado a Francia para ver a la familia. Es una parte de mi identidad. Los franceses son muy cartesianos y yo también tengo esa parte.
¿Le gusta cocinar?
Me encanta. El último curso que hice fue uno de “risottos de invierno”. A mi chico [el actor Sergio Mur] y a mí nos gusta mucho recrearnos en el ritual de cocinar.
¿Qué tiene con Ibiza?
Nací allí y siempre he veraneado en la casa que mi familia tiene en la isla. Ahora alquilo y aprovechamos para reunirnos todos los hermanos. Es una isla muy especial, que te atrapa o te rechaza, como todos los lugares con una energía muy potente.
Estudió teatro con Juan Carlos Corazza. ¿Qué tiene él que no tengan los demás?
Es un laboratorio donde te puedes equivocar. Pero lo que más me gusta es que no es dogmático, te ven a ti y tu materia prima, así que no hacen actores clónicos.
Dígame esa frase de un personaje que haya encarnado que no se le olvida.
“Eran las cinco de la tarde. Y parecía como si un enorme hueso estuviese ardiendo en el cielo”. Lo decía Catherine Holly en ‘De repente, el último verano’, de T. Williams.
Fuente: eldiariomontanes.es
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Etiquetas: embarazada, entrevista, Olivia Molina