El día amanece nublado en San Sebastián y empieza a chispear. Un clásico de la meteorología local que no acobarda al fotógrafo y mucho menos a Elena Arzak, que ha quedado en venir a recogernos al hotel, como si nosotros fuéramos los importantes, y no al revés.
Cuando al fin nos encontramos, tardo unos segundos en reconocerla porque estoy acostumbrada a verla en las fotografías con la coleta y el mandil blanco, y la mujer que tengo enfrente es elegante y coqueta, pequeña, con el pelo suelto y las uñas de los pies pintadas de azul pálido, a juego con las manchas de su foulard. Ha venido a recogernos en un Lexus híbrido, tamaño todoterreno y al volante está Pío, el bodeguero de la casa. “En realidad este es el coche de mi padre –explica la cocinera–, pero el mío lo necesitaba mi marido y el de Pío lo necesitaba su hijo”. El conductor asiente. Tiene el pelo blanco, muy corto, y parece uno de esos hombres leales con cuyos silencios podría escribirse un libro. “Lleva en la casa más de 30 años, como su mujer, Kontxi, que es nuestra maître”. (el diario montañes)
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