En Polonia la temporada estival es breve, el verano pasa en un suspiro e incluso en los días más calurosos de agosto, el agua del mar está fría. Sin embargo, sus largas playas arenosas se cuentan entre las más bellas del Báltico. Desde el puerto de Gdansk hasta la frontera alemana se extienden más de 200 kilómetros de arenales, marismas y acantilados.

Paralela a la costa báltica, la franja interior nos descubre además una Pomerania rural y muy poco poblada, con una gran belleza natural. Una buena combinación de campo y playa para unas vacaciones diferentes.

Asomada al litoral alemán encontramos la refinada playa de Świnoujście, aunque también Kołobrzeg o Krybica Morska, grandes y arenosas, salpicadas de hoteles al estilo de la Belle Époque y sombrillas paravientos como las que encontramos en lugares más cercanos como San Sebastián o Biarritz.

En Darlowek se ha construido incluso un gran parque acuático de agua dulce, el perfecto complemento a las frías y saladas aguas del Báltico, y si lo que buscamos es huir de las aglomeraciones y el ruido de los turistas, también podemos dirigirnos al Parque Nacional Słowińskiy, célebre por sus grandes y solitarios sistemas dunares.

Todavía una experiencia más auténtica y solitaria nos ofrece la isla de Wolin, rodeada de acantilados que alcanzan los 30 metros de altura y esconde pequeñas y misteriosas playas. Una isla que en realidad no lo es ya que varios puentes la conectan con el resto del país, y ella misma sirve de puente natural entre Swinoujscie y el resto de Polonia.

Fuente: EscapadasEuropa.com





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