El ejército de Lawrence de Arabia pasó a los pies de estos impresionantes muros de más de 500 metros de altura. Son las montañas del desierto de Wadi Rum, en Jordania, antes habitadas por fieros beduinos y hoy el objetivo de turistas convencionales, curiosos que llegan en busca de al fascinación del desierto rojo y también de los aficionados a la escalada.

Porque el paisaje de los djebeles (montañas calvas, secas y rotundas) que se elevan sobre un mar rojizo de arena y grava, resulta irresistible para esos amantes de la aventura, adictos al vértigo, capaces de recorrer el mundo en pos de las más complicadas y verticales paredes naturales para escalar.

Islas en un mar de arena, un sol que aplasta y un viento que no llega a este lugar desolado. El horizonte está vacío y el cielo es azul y monótono. Los beduinos llevan siglos pisando estos caminos, inmunes al calor y al vértigo de sobrecogedores barrancos y cortados, causando admiración entre los más expertos alpinistas y curtidos escaladores occidentales.

El desierto y sus colores, rojo al amanecer, blanco al mediodía y violeta durante el ocaso, sus espectaculares noches estrelladas y el espectacular paisaje de las montañas verticales y sus formaciones imposibles, se ha convertido ya en uno de los principales argumentos turísticos de Jordania.

Además de las excursiones al uso, que suelen incluir una noche durmiendo en una tienda y sintiendo la grandeza y el embrujo del desierto, cada vez son más los amantes de la escalada que llegan hasta aquí para experimentar el placer de la escalada en uno de los escenarios más increíbles del planeta.

Fuente: ViajarAsia.com





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