Steven Spielberg, un fan más de la serie ‘Pulseras Rojas’

Steven Spielberg es un tipo normal que se emociona y se ríe como cualquiera. Al menos como cualquiera de los tres millones de espectadores que vieron el lunes el estreno de ‘Pulseras Rojas’. La serie de la autonómica catalana partía con cierta ventaja gracias al ‘aval’ del director de cine norteamericano y al exitoso pase previo en Cataluña. Pero no necesitaba ni una ni otra garantía.

‘Pulseras Rojas’ es una de esas series que reconcilia a los de casa con el género, ahora que la industria de la ficción está en horas bajas a cuenta del tijeretazo que el Gobierno ha metido a RTVE y que ha dejado en suspenso algunos de los mejores títulos. Antena 3 ha apostado por una historia dura, porque cuando se mezcla en la misma trama enfermedades y niños es complicado arrancar sonrisas. Lo consiguen a veces, con esas cosas de chavales que tan bien les salen a los desconocidos actores de la serie de Albert Espinosa.

Los adolescentes le ponen el alma, y los guionistas un cuidado exquisito para tratar temas tan delicados como la fiesta de despedida a la pierna que organizan en el hospital. Al momento del baile con la chica le pusieron una música fantástica y en ese momento se echó a llorar alguno más que Spielberg. Hay que aplaudir la valentía de Antena 3 por aderezar la parrilla veraniega con una historia con mayúsculas que barrió justamente el torpe intento de Telecinco por recuperar ‘El semáforo’ en la competencia. Acertó también al emitir dos capítulos porque las series cortas son fáciles de ver, pero tienden a fidelizar peor.

‘Pulseras Rojas’ se merece esos tres millones y algo más. La incógnita es saber cómo resistirá los calores estivales. Por méritos propios y por deméritos de los demás se ha ganado el liderazgo de los lunes y mucho se lo va a tener que trabajar la competencia para hacerle sombra. Ayer los periódicos se disputaban a los chavales de la serie para entrevistarles, lo que confirma que ha cumplido las expectativas de público y crítica. Por ponerle un pero: el doblaje, que se hace muy raro. En todo caso, un mal menor.

Fuente: eldiariomontanes.es





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