Reportaje: Monica Belluci y el actor francés Vincent Cassel

Monica Belluci tiene la belleza de una diosa y las cosas muy claras en cuanto al matrimonio: lo importante no es la fidelidad sexual, sino saber que el otro está ahí para ti. Así es la actriz italiana en su vida íntima.

Monica Belluci no es una mujer normal. Solo hay que ver sus fotos en el último número de ‘Vanity Fair’ italiano y sufrir una especie de síndrome de Stendhal. En lugar de con la Santa Croce, con una indescriptible belleza femenina.

Belluci es una diosa de 47 años que comparte la tierra con el resto de los mortales porque es así de sencilla. Vive entre Roma, París, Nueva York y Londres. No siempre con su marido, al que ve de cuando en cuando. Por ello su convivencia es envidiable.

También lo es lo muy compenetrados que están en su aparente desapego y en su concepción de los afectos maritales. Sin ánimo de expedir certificados de normalidad, Belluci tampoco es muy normal en el negociado del matrimonio.

Desde hace años, y cada vez que se lo preguntan, la actriz italiana dice que encuentra muy romántico no estar con su pareja todo el rato. Monica Belluci y el actor francés Vincent Cassel están casados desde 1999, tienen dos hijas y un matrimonio que a muchos les parece peculiar.

Y todo porque ella admite en público que la infidelidad también forma parte de su vida matrimonial. La de él, que de la suya no habla. Probablemente porque no existe. Porque es una mujer. Muchas señoras admiten la infidelidad y siguen casadas, pero no lo reconocen, solo dejan que pase.

Siguen la máxima de Benjamin Franklin: “Mantén los ojos bien abiertos antes del matrimonio, y medio cerrados, después”. Matrimonio abierto, sí, pero solo por un lado.

Monica no cree en la fidelidad. O al menos no cree ni necesita la de su marido: “Sería ridículo pedirle fidelidad si he estado dos meses alejada de él. No puedes preguntarle a quién ha estado viendo o dónde ha estado. Es más respetuoso y realista pensar que cuando yo estoy está conmigo”.

Y cuando le preguntaron, en ‘Style’, si se refería a mantener discreción dijo que no, que hablaba de lealtad y de elegancia. Es decir, de una forma de estar en el mundo. Cree que Vincent es ‘sexy’. “Pero no es un hombre normal. Algunas veces lo quiero mucho y otras quiero matarlo”.

Aquí baja a la tierra y se convierte en una mujer normal. Eso es lo habitual también en parejas anodinas que no pisan alfombras rojas. La italiana reconoce que la pasión se puede sentir por el peor de los hombres pero que eso nada tiene que ver con la amistad profunda y el compañerismo.

“La pasión queda, pero es más importante la confianza, el respeto”. Cree que lo más importante no es una lealtad sexual, sino saber que va a estar ahí para ti. Claro, un hombre así no se va a por tabaco. Es lo bueno de vivir en la plantación.

Por su parte, el feísimo resultón de Vincent Cassel –el coreógrafo en ‘Cisne negro’– también ha compartido con el común de los mortales sus pensamientos a la hora de ver las relaciones: “La pareja no es una cosa natural. Fundamentalmente porque los hombres son perros. No unos perros. Más bien como perros. Cualquier mujer adulta lo diría. No es un secreto”, recalca sobre la parte animal del género masculino.

Aunque él sí introduce el concepto de discreción donde su bella mujer ve elegancia, seguramente por la cuenta que le trae: “Los celos a menudo son provocados, consciente o inconscientemente. Pero somos capaces de ser discretos si queremos”.

En la misma entrevista, en la revista ‘Marie Claire’, le preguntaban el secreto para mantenerse juntos: “Si funciona, no lo arregles. No sé, me adapto, navego, invento situaciones. Estamos bien trabajando juntos en ello”.

Cuando la pareja aparece en la prensa estadounidense y cuenta estas cosas, inmediatamente se la califica de ‘europea’, como si frente a la familia tradicional americana, en Europa, además de  gozar de la ruina económica, disfrutáramos de una mucho más flexible vida de pareja.

Es verdad que en EE.UU. sería impensable que un señor llegara a la presidencia con una señora a su lado que no fuera su esposa. En Francia pasa eso y, además, comen caracoles –los estadounidenses también suelen creer que solo los franceses comen caracoles–. Pero matrimonios abiertos hay en todos sitios.

Vincent Cassel debe de ser el hombre más envidiado del mundo. Tiene a su lado a la mujer más bella y, encima, no lo agobia con vulgaridades de gente casada.

Dice Bill Cosby que el hecho de que las personas casadas sean capaces de vivir juntas día tras día es un milagro del que el Vaticano no tiene constancia. La vía Belucci-Cassel explica mejor el milagro.

Fuente: eldiariomontanes.es





Etiquetas: , , , ,

Comments are closed.