Seguro que algunos de vosotros os lo habéis preguntado. Apple diseña todos sus productos en Cupertino, California; pero a excepción del procesador A5 que se manufactura en Texas todo el resto de componentes y productos se fabrican y ensamblan en China. Y ya que Apple tiene tanto dinero en sus arcas… ¿por qué no le hace un favor a su país moviendo todo ese proceso a los Estados Unidos? Con la crisis que tenemos encima y el aumento de mercado que está experimentando la compañía, sería un movimiento inteligente.
El argumento más oído es que la mano de obra China es más barata, y que un iPhone fabricado en los Estados Unidos sería mucho más caro. No son argumentos falsos, pero el New York Times ha demostrado que dichos argumentos no son las razones principales por las que Apple se niega a contratar mano de obra estadounidense. Fue de hecho Barack Obama quien le pidió a Steve Jobs el mover trabajadores de China a los Estados Unidos en una cena con varios altos ejecutivos del mundo de la tecnología, y Steve le respondió tajantemente que era imposible.
¿Cuáles son pues las razones principales por las que los productos de Apple se tienen que fabricar en China? Principalmente, la demografía. Después, la productividad. Y finalmente, el mismo Steve Jobs. Veámoslo más detenidamente después del salto.
Pongamos los datos que ha lanzado el New York Times en la mesa: Apple tiene contratados a 230.000 trabajadores en China que fabrican sus productos. Para que nos hagamos una idea, esta plantilla podría ocupar ciudades como Gijón casi en su totalidad. Sólo hay 83 ciudades con más de 230.000 habitantes en los Estados Unidos, y eso que estamos comparando trabajadores de una fábrica con la población completa de una ciudad. Si comparamos la población activa estrictamente, el número de ciudades estadounidenses con esa cantidad de personal se reduce a cincuenta.
TUAW pone el ejemplo de Nueva York, la ciudad más poblada del país norteamericano con más de ocho millones de habitantes. Si todos los trabajadores de las fábricas de Apple viviesen en Nueva York, conformarían un 3% de toda la población activa. Es decir, tres de cada cien neoyorkinos trabajarían en Apple. Un porcentaje muy elevado. La conclusión es que ningún núcleo urbano de los Estados Unidos sería capaz de mantener el ritmo de montaje de Apple.
Después tenemos el modus operandi de esos trabajadores. Una cuarta parte de esos 230.000 trabajadores viven y trabajan en las fábricas, con jornadas de doce horas diarias y seis días a la semana que se pagan a 17 dólares por jornada. Es algo escandaloso en occidente, pero aunque parezca mentira en China es un trabajo muy demandado. Según Jennifer Rigoni, ex-gerente de demanda de recursos de Apple, las empresas fabricantes como Foxconn podían contratar a tres mil personas en un sólo día. El resultado es una eficiencia inimaginable en países como Estados Unidos, donde el mismo trabajo de revisión de calidad que se hace en nueve meses puede hacerse en quince días en China. Y no por la mano de obra, sino por la calificación de los Ingenieros de los Estados Unidos. En China es mucho mayor.
Finalmente, tenemos el modo que tenía Steve Jobs de trabajar. Poco más de un mes antes del lanzamiento del primer iPhone, el teléfono llevaba como frontal el mismo material de plástico que los iPod. Se rayaba muchísimo (todos los propietarios de un iPod 5G lo corroboraréis), y cuando Jobs se dio cuenta pidió lo imposible: quería todos los iPhone con un frontal de cristal antes de ser lanzados. Significaba rediseñar y cambiar un componente del iPhone. A seis semanas del lanzamiento. Con una demanda impresionante de los clientes de entonces. Aplicando el cambio a millones de unidades. ¿Quién lo hizo posible? China.
Con todo lo acontecido en las fábricas de montaje, Apple ya está haciendo grandes esfuerzos para asegurar los derechos de todos sus trabajadores chinos. Es de hecho la primera compañía tecnológica que luce la distinción de la Fair Labor Association, y suele informar en la web oficial de los avances en los derechos del personal de las fábricas de montaje. Desde Cupertino tienen pues todo lo que necesitan en las factorías de ese país: una grandísima cantidad de población activa, una preparación y una eficiencia imposibles en los Estados Unidos y una capacidad de reacción que sólo los directivos como Steve Jobs se atreven a exigir. De todos modos, recordemos que Foxconn está planeando expandirse a Brasil, con lo que estas cualidades quizás no sean exclusivas del país más poblado de Asia.
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